Porqué Nio Zen

A la hora de elegir un nombre con el que me sintiera cómodo, me pasó lo mismo que con el de mi hija Olivia. Muchas cosas eran importantes, entre ellas la sonoridad y la brevedad, pero sobre todo el significado. Finalmente opté por Nio Zen, rindiendo tributo así a mi aprendizaje en el Shorinji Kempo y a mi visión del papel que ha de jugar la meditación.

Suzuki Shoshan  fue un samurái vivió en el siglo XIII en Japón. Durante veinte años se educó, combatió y sirvió fielmente al servicio de su señor. Pero una vez terminada la guerra civil en su país, entendió que sus destrezas no tenían más sentido y decidió que debía colgar la espada para poder servir de forma diferente a la sociedad.

Trajo la fiereza y arrojo del samurái a su propia práctica. Desarrolló su propia práctica, basada, como hacen los samuráis, en la preparación para la muerte, pero también se dedicó al estudio del koan, especialmente del koan Mu de Joshu y se interesó por las prácticas del Budismo de la Tierra Pura. Nunca impuso un estilo de práctica único a sus estudiantes, sino que encontraría para cada persona la práctica que más le convendría.

Como Ikkyu o Shinzan Roshi, fue muy crítico con las instituciones monásticas de la época. Entendía que el practicante laico podía servir mucho mejor a sus conciudadanos, trayendo los progresos de su práctica a los demás. En múltiples ocasiones cargó contra la complacencia de los monjes, evitando que muchos de sus discípulos se tonsuraran la cabeza. Para él, el servicio público era la verdadera práctica religiosa.

Llamó a su particular estilo Nio Zen, refiriéndose a las dos estatuas amenazantes y casi demónicas que guardan la puerta de los templos Zen en Japón. Irrealmente musculadas y con miradas aterrantes, sostienen en sus manos el vraja (dokko en japonés), símbolo del diamante y del rayo. Simbolizan el poder del buda, pero también, a la entrada de los templos dan cuenta del miedo a conocer nuestra propia naturaleza. Un miedo que se disipa una vez que se cruza el umbral.

El maestro Zen americano Steve Hagen ha escrito que a estos monstruos se les llama en ocasiones «paradoja» y «confusión». Su misión es proteger la verdad, y cualquier intento de acercarse a la verdad intelectualmente termina inevitablemente en paradoja y confusión.

Y es bien antes de saber de la existencia de Shoshan, decido yo también, tras diez años practicando Shorinji Kempo, dejar de lado mi práctica marcial para centrarme en la rigurosa introspección de las prácticas que me ofrece el Zen Rinzai. Tras seis años de práctica con Julian Daizan Skinner, y aún sabiendo que mi entrenamiento está incompleto, decido formarme como profesor de Meditación y Atención Plena, para poder ofrecer todo cuanto me sea posible. Es entonces llega a mis manos el libro de Suzuki Shoshan, Warrior of Zen e inspirado por el paralelismo (salvadas las distancias) de nuestra vida, decido rendirle tributo bautizando así mi proyecto.

 

 

 

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