“Nada / Ausencia” (Mu)

Mu es de los caligramas más famosos e icónicos del Zen pero sin duda también de los más difíciles de traducir y comentar. La tradición más común es “no” o “nada” pero su importancia radica en el trabajo meditativo a que da lugar. Estudiar la negación o ausencia desde el punto de vista dialéctico es bien fácil, solo hay que ir al diccionario, pero sumergirse en la esencia de la negación y la ausencia de manera directa, observarla cómo funciona en nuestras mentes, es mucho más difícil.

Mu, en su uso cotidiano, significa algo así como “no (hay)”. Así, no suele aparecer solo, sino acompañando una afirmación y convirtiéndola en una negación. Por otro lado, tiene el valor de lo que español hacemos al final de una frase con “¿No?”, buscando confirmación y comprensión en nuestro interlocutor («Me entiendes ¿No?»). David Hinton señala que también tiene el significado de “ausencia”.

Podemos rastrear su uso al taoísmo más primitivo, la filosofía originaria de China, incluso al libro fundacional de Lao Tzu, el Tao Te King. Según David Hinton: “Esta ausencia primordial, naturaleza generativa [se entiende como] un presente integral, momento o lugar original, constante brotar de la que emergen las diez mil cosas.” Es decir, la Ausencia como el “lugar” o estado necesario para que surjan las cosas que no estaban antes, lugar anterior al nacimiento, lugar base desde el que la realidad se hace emergente y finalmente las diez mil cosas se vuelven “presentes”.

Su uso se adopta y continúa después en el Zen. Por ejemplo en el Séptimo Ancestro, llamado Reunión del Relámpago-Espíritu (Shen Hui, 菏泽神會/神会, Kataku Jinne, 684-758), que describe el despertar como simplemente “ver la Ausencia”.

En el Zen tiene un lugar especial, debido a uno de los koanes recogidos por Mumon en su libro-antología La Barrera sin Puerta (Mumonkan):

Un monje preguntó a Joshu, “¿Un perro tiene naturaleza búdica?”. Joshu respondió “Mu”.

El monje se refería a la enseñanza Mahayana del Tathāgatagarbha, que dice que a todos los seres están imbuidos de naturaleza búddhica desde el momento de su nacimiento. Joshu responde con artimaña, gracia y profunda ligereza, llevando al monje a un lugar más allá de las palabras y del silencio, más allá de la afirmación y la negación, atisbando más allá de los opuestos y liberándose, aunque sea momentáneamente, de las trabas del pensamiento discursivo.

Aunque existen diferentes interpretaciones de este encuentro entre Joshu y el monje, que entienden “mu” como vacío, como nada, como un sonido, como un ladrido, y alguna que otra más, lo importante al estudiar un koan es la forma en la que podemos acceder al mismo lugar en el que Joshu y el monje se vieron despiertos cara a cara.

Pero entender discursivamente (como hacemos ahora) una enseñanza que va más allá del discurso no es entender la enseñanza. En el Zen no basta con escuchar un discurso sobre la anécdota, ha de haber parejo un trabajo interno. En nuestra práctica con koanes, tal y como la enseña Daizan, estudiamos esta negación o ausencia martilleando la pregunta hasta que conseguimos penetrar en esta Ausencia, volviéndonos uno con ella.

En esta ilustración de Shinzan Roshi, que sirve de portada al libro The Zen Character, el carácter de Ausencia llena – paradójicamente – toda la página. Mientras que en occidente el negro es el color de las tinieblas, en el Zen se considera símbolo de la unidad de todas las cosas. Así, este Mu, esta Ausencia, esta Nada, llena la página. ¿Cómo puede ser posible que la iluminación alcance lo que no está presente? ¿Cómo podemos nosotros no solo atender a lo presente sino también al pasado y al futuro, al fluir de la realidad?

La ola de Mindfulness iniciada en el siglo XX por Sayadaw, Goenka, Thich Nhat Hanh y Kabat-Zinn, que ha bañado y refrescado las mentes de millones de personas por todo el mundo, hace mucho hincapié, al menos en un nivel iniciático, en la atención al momento presente. Pero, ¿qué es el presente? ¿Los últimos tres segundos de tu vida, los últimos tres minutos, días o años? Además, el momento presente está cargado de pasado y futuro y los límites entre estos tres son del todo caprichosos.

De esa manera, observar lo que está presente implica observar lo que no está presente. Es un trabajo que rebosa las fronteras de lo que podemos hablar con el vecino. Rebasa las fronteras discursivas y nos lleva de viaje, en caso, claro está, de que nos aventuremos.

David Hinton, nos ofrece además una perspectiva etimológica del pictograma actual que crea una dimensión insospechada al estudio de la Ausencia: “La naturaleza generativa y dinámica de la Ausencia se refleja en su origen etimológico con el pictograma de una mujer bailando, su torbellino de baile realzado con colas de zorro surgiendo de sus manos.” E incluso con esta dimensión jubilosa y salvaje, el trazado de Shinzan demuestra un sentido de la proporción armonioso y equilibrado, un estilo fluido, a medio camino entre el estilo sosho y el gyosho.

Finalmente, se me ocurre incluso otra forma de mirarlo: como un simple borrón de tinta salpicado en la página. Borrón que nosotros mismos hemos creado, al zambullirnos de cabeza en el corazón de Ausencia, la Nada que todo lo llena.

Este es la continuación de una serie de comentarios a las caligrafías de Shinzan Roshi, cuyo libro he traducido e intento publicar, con las que me propongo explicar conceptos fundamentales del Zen. Puedes leer los textos completos en www.mokusei.es/blog (ver link en bio) y ver versiones más libres de los mismos en mi vlog 🎬 https://www.youtube.com/channel/UCx9l_VJFU1CpwYJSdtljmrw

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