No quedarse sopa

A todos nos ha pasado que la meditación se nos ha cocido en sopor y no sabemos si estamos meditando o no. Esta mañana me han preguntado qué podemos hacer en casos como estos, así que me gustaría poner por escrito algunos consejos.

Primero, si nos quedamos dormidos puede ser que realmente necesitemos dormir. Según estudios hechos en grandes ciudades europeas, la capacidad al volante de una persona un viernes por la tarde es peor que la de alguien que vaya borracho. Quizás lo que necesitemos realmente es cumplir con las 8 horas de sueño.

Una vez cubierto lo básico, conviene plantearse que, si meditas tumbado, siempre te puedes sentar y si estás sentado siempre te puedes poner de pie. Gente que acumula muchísimo cansancio, pero que necesita de la claridad y el equilibrio de la meditación más que de las energías del descanso, medita de su media horita de pie. La posición no es tan importante como la actitud y se puede meditar tumbado, sentado, de pie o andando.

Keizan, un maestro Zen japonés que estudió en las tradiciones Soto y Rinzai, da una serie de consejos en su Zazen Jojinki que pueden tener alguna validez hoy en día. Así me los ha transmitido mi maestro, Julian Daizan Skinner.

  1. Agita el cuerpo. Sacúdelo. Ponte de pie, estira (baila si hace falta) y vuelve a sentarte.
  2. Abre los ojos. Se puede meditar perfectamente con los ojos abiertos e incluso en algunas tradiciones lo hacen todo el rato.
  3. Concéntrate en el punto entre tus ojos. Verás como la experiencia se hace más intensa, tu visión interior más luminosa.
  4. Date un masaje, palmadas por todo el cuerpo.
  5. Date un paseo. Pon tu corazón a moverse. De nuevo, lo importante es que lo hagas con atención, con recogimiento, con la actitud de verte más claramente. Luego vuelve a sentarte.
  6. Échate agua fresca en la cara. O date un baño.
  7. Recita los preceptos del Boddhisatva. O, lo que viene a ser lo mismo, conecta con la motivación que te trajo a la meditación por primera vez, para sentarte, para buscarte, para mejorarte.
  8. Considera la gran cuestión de la vida y de la muerte. ¿He dicho ya en qué siglo vivió Keizan? Este lenguaje tan impactante no se lleva nada hoy en día. Solo queremos estar más tranquilos, no hay necesidad de ponerse metafísico. ¿O sí la hay? Para mí una de las preguntas (llamadas ‘koanes’ en la tradición Zen) que me he hecho durante mi práctica ha sido ‘¿Cómo puedo acabar con el sufrimiento en la tierra?’. Plantearte de manera sincera, total y constante esta pregunta me ha llevado a enormes revelaciones personales.
  9. Pedir la compasión de los budas y ancestros. Entiende que desde hace 2600 años como mínimo, un grupo de personas lleva adentrándose en esta práctica y esforzándose por transmitirla a la siguiente generación. Conecta con esos cientos de personas que la han traído hasta aquí, con su amor por las generaciones futuras. No hace falta ningún tipo de veneración hacia esta gente. El mero agradecimiento hace verdaderos milagros en nuestro espíritu.

Y bueno, también te puedes tomar una tacica de té o café antes.

 

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