“Barrera” (Kan) con hojas de arce

Pergamino, 120cmx65cm

Comentario

Aquí la palabra barrera, kan, en el sentido de un obstáculo a sobrepasar, refiere directamente al trabajo con koanes. Los koanes son una más de las herramientas con las que contamos en el Zen para profundizar en nuestra práctica. Se trata de pequeñas historias y citaciones desconcertantes tras las cuales se esconde una experiencia de despertar.

Estas historias no son para nada como las que aparecen en el Sutra del Loto, adornadas con Buddhas radiantes, tronos celestiales, cohortes de Bodhisattvas y lluvias de pétalos arcoiris, en las que los Buddhas disertan sabiamente sobre los más sublimes conceptos, con claridad diáfana y llevando a una inmediata iluminación de los presentes. Por el contrario, a menudo estos pequeños fragmentos (tomados de la literatura T’ang, principalmente), hacen lo posible por resultar oscuros y chocantes.

Un ejemplo de koan sería:

Joshu visitó el cortijo del ermitaño y preguntó, “¿Está el maestro? ¿Está el maestro?” El ermitaño levantó un puño. Joshu respondió, “El agua es poco profunda para echar el ancla aquí”, y se marchó.

Visitando el cortijo de otro ermitaño, preguntó de nuevo, “¿Está el maestro? ¿Está el maestro?” Este ermitaño también levantó un puño. Joshu respondió “Libre de dar, libre de tomar, libre de matar, libre de salvar”, e hizo una reverencia profunda.

La palabra koan podría traducirse como “antecedente”, como en la jurisprudencia. También podría traducirse como “caso”, simplemente, o “caso de sangha”, siendo sangha la comunidad budista.

El koan es una herramienta bastante única en el mundo espiritual, en tanto que convierte la pregunta en la enseñanza misma.

Ya sea fuera o dentro del budismo encontramos, por regla general dos formas de aprender: por un lado, las enseñanzas discursivas, por otro las prácticas. En las enseñanzas discursivas (tradicionalmente orales) confiamos en el lenguaje como herramienta capaz de albergar y transmitir el conocimiento. Confiamos en el maestro como persona capaz de encarnar la sabiduría en palabras.

En las prácticas nos confiamos a una serie de ejercicios que nos llevarán a la fuente del conocimiento. El maestro ha realizado esos mismos ejercicios, habiéndole sido transmitidos con anterioridad o habiéndolos diseñado el mismo. El koan, si bien se parte de unas palabras oscuras y enigmáticas, es el proceso de auto inquisición, la práctica de introspección, la que lleva a la revelación y la sabiduría.

Debido al desconocimiento de la práctica viva del koan, la cual está sustentada por la relación entre maestro y discípulo (o colegas del dharma), que reflexionan juntos sobre el contexto, matices y corolarios del koan, a menudo se consideran estos koanes como puro postureo, puro oscurantismo de fachada sin profundidad ninguna. Pero esta oscuridad conservada a propósito en el koan tiene una función muy clara: dejar que sea el estudiante el que llegue al mismo lugar que llegaron todos esos grandes maestros en las anécdotas, no tratar de resumir y fijar sus enseñanzas en un número X de palabras. El koan es un vehículo para replicar sus experiencias de iluminación.

Esta pregunta se trabaja de diferentes formas, más o menos analíticas y más o menos conectadas con el cuerpo. En la vertiente de la escuela Rinzai de la que Zendo Kyodan proviene, la comprensión y expresión de la verdad a la que llegamos con el koan, es un trabajo sumamente corporal. Es así porque la concentración al meditar se realiza en el centro del cuerpo (hara) y la verdad que buscamos encarna todo el cuerpo, no solo el lenguaje.  

También existe un trabajo posterior y coadyuvante en el que el estudiante estudia versos famosos de la literatura China, en los cuales tratamos de escapar del pensamiento abstracto y manifestar las experiencias de despertar en un lenguaje más poético.

Así, explica Victor Sogen Dori, en lugar de decir:

            Huesped y anfitrión son uno solo.

            Principios y casos no son diferentes.

            Las Diez Mil Cosas son una sola.

Las cuales tienen aún un “tufillo a Zen”, se aprende a expresarse

            El sol se ha puesto pero la luna aún no se ha alzado.

            Padre e hijo en una sola casa.

            Una espada que une de un tajo.

En la caligrafía de Shinzan Roshi vemos que ha elegido un motivo de hojas de arce para decorar el caligrama. La inclusión de este elemento orgánico nos recuerda que la barrera es algo vivo, y que favorece a la vida.

La tinta del caligrama pareciera difuminada y los trazos desenfocados. El pictograma y las hojas parecieran tomar relieve, emerger del papel. Vuelve mucho más física esa barrera, le da profundidad, nos invita a atraversarla.

Este es la continuación de una serie de comentarios a las caligrafías de Shinzan Roshi, cuyo libro he traducido e intento publicar, con las que me propongo explicar conceptos fundamentales del Zen. Puedes leer los textos completos en www.mokusei.es/blog (ver link en bio) y ver versiones más libres de los mismos en mi vlog 🎬 https://www.youtube.com/channel/UCx9l_VJFU1CpwYJSdtljmrw

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